
Desde la infancia, se trazan las bases invisibles que sostienen la seguridad, la autoestima y la capacidad de liderazgo en la adultez.
Por: Daniela Coronado / Fotgrafía: Daniel Alvis.
Desde la infancia, se trazan las bases invisibles que sostienen la seguridad, la autoestima y la capacidad de liderazgo en la adultez. Entre los vínculos principales, el lazo con la madre ocupa un lugar central. Las primeras experiencias de amor, cuidado y validación dejan una huella profunda, muchas veces silenciosa, que se manifiesta más adelante en decisiones, vínculos y formas de ejercer poder.
El vínculo con mamá, su disponibilidad emocional, su forma de validar lo que sentíamos o de calmar nuestros miedos, no solo define la autoestima: también moldea nuestra capacidad de liderar, relacionarnos y tomar decisiones con responsabilidad. Este artículo recorre las claves que el especialista en psicología clínica Daniel Alvis, comparte sobre cómo la figura materna influye silenciosamente pero con fuerza en la vida adulta, y especialmente en quienes hoy ocupan roles de liderazgo.
Amor, resiliencia y la confianza en uno mismo
Entre los valores y habilidades más determinantes para una adultez segura y exitosa, la resiliencia aparece como un eje clave. Es la capacidad de salir adelante después de una herida emocional o una situación difícil. Lo interesante es que la resiliencia no se construye en el vacío: nace de experiencias de amor. La niñez, como cualquier etapa humana, está atravesada por el dolor; lo esencial es que ese dolor sea acompañado. La madre y también otras figuras significativas como padres, maestros, hermanos o amigos pueden constituirse en fuentes de amor que fortalezcan al niño ante la adversidad.
Cuando ese amor está presente desde temprano, también lo está la confianza. Un niño que se siente cuidado y valorado puede reconocerse como alguien que merece respeto. Por eso, la confianza en uno mismo no es algo que se enseña con discursos, sino que se cultiva a través del afecto cotidiano y la empatía. Alguien que se sabe valioso puede cuidar su integridad y también reconocer el valor del otro.
La gran fuente de resiliencia en la infancia proviene del amor recibido.
Autoestima y liderazgo: una raíz común
El vínculo con la madre es el primer espejo. Allí se empieza a formar la imagen de sí mismo y del mundo. Desde el nacimiento, cuando el bebé es colocado en el pecho materno, se activa un lazo que no es solo físico, sino profundamente emocional. A través de ese lazo, la madre le presenta el mundo a su hijo, y lo hace de manera segura, gradual, contenida.
Esa conexión temprana influye directamente en lo que llamamos “sana autoestima”. Se construye a partir de cuatro pilares: el reflejo emocional (sentirse valioso porque se es mirado con amor), la seguridad para explorar (porque hay una base segura que sostiene), la capacidad de regular las emociones con ayuda y, finalmente, el reconocimiento de uno mismo como alguien digno de ser visto y amado.
Cuando este tipo de vínculo se da de forma consistente, el niño aprende que el mundo es confiable, que sus emociones tienen valor y que puede expresarse sin temor al rechazo. En la adultez, todo esto se traduce en liderazgo: tomar decisiones sin depender de la aprobación externa, conectar con otros desde la empatía, gestionar la frustración y adaptarse a lo inesperado. Un líder con apego seguro confía en sí mismo, cuida a su equipo y mantiene el foco sin perder humanidad.
Liderar desde la conciencia, no desde la carencia
La autoestima saludable es clave, pero no lo es todo. Sentirse bien con uno mismo de forma permanente no es realista, ni necesario. Lo verdaderamente transformador en el liderazgo es la flexibilidad psicológica: la capacidad de actuar con coherencia según los propios valores, incluso cuando hay dudas, malestar o críticas. Un buen líder no es quien siempre se siente seguro, sino quien puede sostenerse en sus convicciones aun en medio de la incomodidad.
En ese proceso, la validación materna tiene un rol profundo. No se trata de que la madre apruebe todo, sino de que sepa mirar, escuchar, comprender y transmitir que lo que su hijo siente tiene sentido. Esa experiencia, repetida en la infancia, se convierte en una base emocional que alimenta la autoconfianza genuina. No hay necesidad de aparentar. Basta con confiar en la propia experiencia interna y en la capacidad de actuar, incluso cuando hay errores.
Un líder que valida su experiencia interna no necesita la máscara de la autosuficiencia.
Vínculos tempranos, vínculos laborales
La forma en que un hombre se relaciona con las mujeres en su entorno laboral puede estar influenciada por la calidad del vínculo temprano con su madre. Cuando ese lazo fue seguro y respetuoso, es más probable que en la adultez desarrolle relaciones laborales basadas en la confianza, el reconocimiento y la colaboración. Pero si la experiencia estuvo marcada por abandono, sobreprotección o ambigüedad emocional, pueden aparecer distorsiones: dificultad para reconocer liderazgo en una mujer, necesidad de control, desconfianza o actitudes paternalistas.
Nada de esto está determinado de manera irreversible. La historia no está escrita en piedra. Siempre hay espacio para resignificar, reconstruir y sanar.
REPARAR PARA LIDERAR
Los ejecutivos que arrastran carencias vinculares no resueltas con su madre pueden mostrar ciertos patrones: Algunas señales que podrían llegar a relacionarse con una historia de carencia o conflicto vincular con la madre, podrían ser:
• Necesidad constante de validación externa:
Ejecutivos que no pueden descansar en sus logros y buscan aprobación de manera compulsiva, como si nunca fuera suficiente.
• Dificultad para confiar en figuras femeninas de autoridad:
Pueden mostrarse desafiantes, hipervigilantes o descalificadores frente a mujeres líderes o colegas influyentes.
• Estilo de liderazgo controlador o rígido:
Una forma de protegerse frente al miedo inconsciente al abandono, al caos o a no sentirse querido.
• Hipersensibilidad a la crítica o al rechazo:
Lo perciben como un ataque personal más que como una oportunidad de mejora, lo que puede derivar en reacciones defensivas o retraimiento emocional.
• Evitan el conflicto emocional o lo sobre reaccionan:
Ya sea huyendo del conflicto (porque no saben cómo manejarlo) o explotando cuando se sienten vulnerables.
Aquí es donde la psicoterapia puede ser clave. El proceso permite observar el lenguaje interno, identificar la historia de aprendizaje emocional y desarrollar flexibilidad. Se trata de dejar de actuar desde las heridas y empezar a elegir desde los valores. Desde ahí, muchos líderes descubren una nueva forma de ejercer poder: con más libertad, más humanidad y menos defensa.
Aunque el vínculo madre-hijo se forma en la infancia, no está escrito en piedra. Desde la psicoterapia sabemos que las experiencias tempranas influyen, pero no determinan. Siempre hay margen para reconstruir, resignificar y sanar. Un pasado tormentoso no determina una vida tormentosa, se puede vivir una vida valiosa y acorde a lo que es importante para la persona, trabajando en el presente, desarrollando habilidades.
Esto no necesariamente implica “arreglar la relación con la madre directamente”, aunque a veces es posible. Lo esencial es trabajar con lo que la persona aprendió sobre sí misma y sobre los vínculos a partir de esa relación. Por ejemplo, si aprendió que sus emociones no eran válidas, o que debía complacer para ser aceptado, eso puede estar interfiriendo hoy en su forma de liderar
A través del proceso terapéutico, se pueden: Reconocer y validar esas heridas originales, explorar cómo esas creencias aprendidas siguen actuando hoy y, elegir nuevas formas de actuar que estén alineadas con los valores personales, no con los patrones del pasado.
Desde ahí, muchos líderes comienzan a ejercer su rol con más libertad, más humanidad y menos defensa. Aprenden a conectarse emocionalmente sin miedo, a poner límites con respeto, y a liderar no desde la carencia, sino desde la conciencia.
En psicoterapia se trabaja con herramientas como la observación del lenguaje interno, la historia de aprendizaje y la flexibilidad psicológica, que permiten al paciente distinguir entre lo que le es útil hoy y lo que simplemente repite por costumbre emocional, es decir por aprendizaje. Cuando un ejecutivo identifica esos patrones y actúa desde sus valores, no desde sus heridas, se vuelve un líder mucho más conectado, auténtico y efectivo.
PSICÓLOGO CLÍNICO – DANIEL ALVIS INSTAGRAM: psicologiacondani