• Por Marcelo Campos
La arquitectura colonial y su legado minero aún se preservan. Las plazas y las iglesias son un vestigio de la grandeza que tuvo la ciudad. Fuera de la ciudad se puede visitar las aguas termales.
Caminar por las calles coloniales de Potosí es recorrer entre los siglos XVI y XVIII, cuando esta urbe se convirtió en una de las más influyentes del mundo. Su riqueza en plata, extraída del imponente Cerro Rico, abasteció a Europa y contribuyó al surgimiento del capitalismo moderno. En 1650, la Villa Imperial llegó a tener más habitantes que Londres y París. Hoy la ciudad conserva ese pasado en cada piedra y cada fachada, no por nada la Unesco la declaró como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La primera parada a visitar cuando se llega a Potosí es la plaza principal 10 de noviembre, el corazón de la ciudad, rodeada por la Casa de Gobierno Departamental y la Catedral Metropolitana Basílica Menor. Este espacio no solo es un punto de encuentro, sino también un mirador: desde la terraza de la catedral se obtiene una vista privilegiada. Y en su interior, el templo alberga reliquias de oro y plata, además de un órgano donado por el magnate minero Simón I. Patiño.
A pocos metros, se encuentra la plaza 6 de agosto, que es una extensión misma de la plaza principal. Cuenta con arcos blancos de estilo neoclásico y un obelisco como muchas otras grandes ciudades del mundo.
Muy cerca de la plaza de armas, se encuentra la Casa de la Moneda, que fue construida entre 1757 y 1773, siendo actualmente uno de los museos más importantes de Latinoamérica. Su recorrido tiene una duración entre una y dos horas, donde se puede observar recreaciones de las máquinas que se utilizaron en el pasado, emular el proceso de fundición de las monedas, visitar las salas y apreciar objetos de la época.
En el patio inicial se encuentra el “Mascaron”, tallado por el francés Eugenio Mulón en el siglo XIX. Este rostro tiene muchas interpretaciones, pero la más conocida es que se trata de la representación de Baco, el Dios del vino y la abundancia. Una parada obligada para la foto de recuerdo.
Al recorrer las calles potosinas se puede observar los balcones de madera en las casas, testigos del esplendor virreinal que aún se preserva. La calle Tarija es ideal para la postal con el cerro Rico de fondo y su angosta vía nos invita a tomar un descanso y apreciar este lugar lleno de historia.
En esta misma calle se encuentra el Convento San Francisco, fundado en el siglo XVI, aunque el templo actual es una reconstrucción del siglo XVIII. Puedes ingresar al lugar y visitar el Cristo de Vera Cruz, supuestamente muy milagroso. Esta imagen fue tallada en 1550, por lo que es una de las más antiguas del país. También se puede ingresar a la terraza y tener una vista espectacular de la Villa Imperial.
Otro convento que vale la pena visitar es Santa Teresa, que data de finales del siglo XVII y donde en la actualidad convive un reducido grupo de monjas carmelitas. El museo alberga pinturas, esculturas y objetos religiosos de gran valor histórico. Se estima que solo en el centro de Potosí existen más de una decena de iglesias, muchas de ellas abiertas al pública con visitas guiadas.
Otro punto a considerar, es la Torre de la Compañía de Jesús, construida en el siglo XVII, se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Fue concebida como un arco del triunfo; cuenta con cinco aberturas, 32 columnas salomónicas y tres cúpulas de media naranja. También desde su cima se obtiene una vista privilegiada de Potosí.
Muy cerca se encuentra el Arco de Cobija, con la imagen del Cerro Rico a su espalda. Esta infraestructura del siglo XVIII y era el punto de separación entre la gente blanca o española de la indígena en tiempos coloniales.
Por supuesto, una de las cosas obligadas a realizar cuando se está en la Villa Imperial, es visitar una mina en el Cerro Rico. Existen muchas agencias que pueden ofrecerte diversos paquetes, desde los más sencillos, que te guiarán por los socavones y verás trabajar a los mineros, hasta los que te llevan por todas direcciones en el laberinto del interior del cerro, solo recomendado para las personas que no sufren de claustrofobia y vértigo.
En su interior también se puede ver al Tío, un ídolo de la mina, una deidad que representa el señor del inframundo y que se considera protector de la mina, esto por supuesto está ligado a la cosmovisión andina. Por ello, los mineros le ofrendan alcohol, cigarrillos y coca, tanto para la prosperidad como la para la seguridad en el trabajo.
Para comer de forma popular, se puede visitar el mercado central en donde las caseritas te ofrecen diversos aperitivos como el api con pastel o platos nacionales como el saice y el picante de pollo. Pero también puedes dirigirte a restaurantes para probar la famosa Calapurca, que es una sopa con una piedra ahumada en su interior.
También se recomienda probar el mondongo potosino, elaborado con carne de cerdo, maíz y ají colorado. De igual manera, está el ají de fideo, un plato típico de las celebraciones locales.
Pero no puedes irte de Potosí sin antes visitar sus aguas termales, que están en Tarapaya y Miraflores a poco más de 30 minutos de la ciudad. Estos balnearios populares tienen un bajo costo de ingreso y existen más de una decena para elegir. Las aguas que circulan por estas piscinas vienen del interior en donde se encuentran un volcán inactivo. La relajación al nadar en estas calientes aguas es única y lo mejor es que el agua no es estática y sigue su curso por diversos afluentes artificiales.
Otra opción similar, pero a la vez más natural es visitar el Ojo de Inca, una laguna circular en donde los visitantes pueden nadar y acampar. Se debe tener cuidado, porque la profundidad de la laguna es importante.
La leyenda local dice que el Inca Huayna Capac solía bañarse allí, lo que le da un aura mística al lugar.