• Por Nathalia Sejas / Fotografías Cortesía Oswaldo Hinojosa
Dos motociclistas experimentados comparten sus vivencias, revelando qué impulsa a los hombres a recorrer miles de kilómetros juntos y cómo la ruta fortalece la amistad y el carácter.
ay quienes ven en una motocicleta un simple vehículo. Pero para los verdaderos apasionados del asfalto, el acto de montar una moto es una experiencia que va mucho más allá del desplazamiento. Es libertad, es conexión, es una forma de vida. Así lo sienten los motociclistas de alta gama que, sobre máquinas potentes y elegantes, recorren largas rutas donde el destino es solo una excusa para disfrutar del viaje, de la camaradería y de uno mismo.
Viajes intensos, recuerdos imborrables
Los viajes en moto son aventuras únicas, cargadas de emoción e imprevisibilidad. Cada kilómetro trae consigo nuevos paisajes, desafíos climáticos y anécdotas que se transforman en memorias imborrables. “He recorrido siete departamentos de Bolivia y algunos países vecinos como Argentina y Paraguay”, comparte Oswaldo Hinojosa, miembro del grupo Caballeros de la Ruta. Entre sus historias, recuerda una travesía desafiante: “En Paraguay cruzamos tres fronteras en un día con 45 a 50 grados de calor... fue una prueba de resistencia total”. Vladimir Garnica también revive un viaje marcado por la intensidad: “Conducir bajo lluvia intensa por más de ocho horas, con frío y nieve, fue una experiencia límite. Todo en una sola ruta. Lo único que importaba era salir adelante”.
Lo que distingue a una moto de verdad
Además del clima, la carretera o los paisajes; lo que convierte estos viajes en vivencias extraordinarias es la moto misma. Las motocicletas de alta y media gama no son sólo sinónimo de potencia o velocidad. Oswaldo menciona que “Algunas de sus cualidades tienen que ver con la marca, el modelo, la cilindrada y también el costo”. Para Vladimir, estas motos se distinguen por su “seguridad, durabilidad, tecnología avanzada y un rendimiento superior”. Más allá de las especificaciones técnicas, cada modelo elegido refleja la personalidad y las intenciones del piloto: si busca aventura, confort, adrenalina o equilibrio. Es una elección que, más que racional, también es emocional.
Detrás del rugido del motor, hay una emoción difícil de describir, un sentimiento que es a la vez un placer. Para Vladimir, con los años, ese placer se ha transformado en algo más profundo: “Aventura, libertad, conexión externa e interna… pero lo más importante es la comunicación emocional con tu motocicleta”. Oswaldo, por su parte, recuerda “momentos gratos de recorrer rutas planificadas con amigos, conocer lugares y personas”.
“Todos salimos, todos volvemos”: la regla no escrita del grupo
El corazón de esta experiencia está, sin duda, en la hermandad que se forma en cada kilómetro. Los viajes en grupo no son simples salidas recreativas; son espacios donde se construyen lazos de confianza, responsabilidad compartida y respeto mutuo. “Todos salimos, todos volvemos”, recuerda Oswaldo como lema del club Caballeros de la Ruta, una frase que resume la importancia de cuidarse entre todos. La camaradería no es opcional, es parte esencial del viaje. “De los compañeros depende lo satisfactorio que sea un viaje”, afirma. Vladimir lo confirma: “En el reagrupe, en la charla, en el apoyo ante los imprevistos, nace la lealtad”.
Con el tiempo, estos vínculos se hacen más fuertes. Vladimir, que pasó por grupos como Pistons y Riders, encontró en Caballeros de la Ruta un equipo con el que comparte no solo rutas, sino también una forma de ver y vivir el motociclismo.
Más que velocidad: un camino hacia el autoconocimiento
La moto, entonces, se convierte en un espejo del alma. Vladimir lo describe como “una conexión con el aire, la vegetación, el clima, pero también con uno mismo. Es un espacio de reflexión”. Por su parte, Oswaldo destaca aspectos más concretos de la experiencia: “Descubrí mi capacidad de concentración, la resistencia física y la pérdida del miedo a la velocidad”.
Y cuando se toca el tema de la edad, ambos coinciden en que el motociclismo no tiene límites. “Es más bien un deleite a mayor edad, especialmente para quienes eligieron las motos de aventura”, asegura Oswaldo. Vladimir añade con convicción: “La motocicleta no está limitada por la edad. No es solo correr; es experimentar, conectarse, vivir con equilibrio y responsabilidad”.
Así son estos caballeros de la ruta, hombres que encontraron en dos ruedas una manera de honrar la libertad, la amistad y el espíritu de aventura. Porque cada viaje no solo traza caminos en el mapa, sino también en el alma.