No se trata de un episodio de Scooby Doo o de los Caza Fantasmas. Es un recorrido turístico por las casas antiguas del centro histórico cruceño que tienen algo en común: apariciones y ‘bultos’ que han puesto los pelos de punta a más de uno y cuyo relato es tan entretenido que es uno de los circuitos que más interés provoca entre los aficionados y los que solo quieren pasar tres horas amenas que fusionan historia y actividad paranormal.
Muchas de las casas datan del siglo XIX y XX, son hermosas y están cargadas de historia, pero más que nada, tienen huéspedes muy peculiares que se resisten a abandonar los sitios específicos donde decidieron quedarse para siempre. Mario Arrien es un antropólogo que oficia de guía de este y otros circuitos gratuitos de la Secretaría Municipal de Cultura y Turismo, y reconoce que el de los fantasmas es uno de sus favoritos, es más, él asegura que en su primera infancia vio a un bulto frente a frente, pero después de eso, nunca más experimentó un susto igual y cree que los fantasmas suelen ser territoriales y que “solo se le aparecen a la gente que les caen mal”.
“Aquí, en el Museo El Altillo hay un grupito”, empieza a relatar, captando la atención de todos. Sí, ni uno, ni dos, son varios. Y empieza a poner en contexto: “Antiguamente se acostumbraba a enterrar a los familiares en las casas, recién en 1834 se hizo el cementerio, por eso no es de extrañarse que en los patios haya entierros, como cuenta la anécdota de la heroína Ana Barba, que rescató la cabeza de Ignacio Warnes y la enterró debajo de su cama”.
También asegura que en la actual Casa de Gobierno -en la plaza principal hay un fantasma, el de ‘La choca’, que se aparece en el primer piso, y “eso todo el mundo lo sabe”.
Según el pensamiento antiguo, cuando más aparecen los fantasmas es cuando hay ‘sur y chilchi’, y por supuesto, de noche, cuando las casas -la mayoría son edificios públicos dejan de tener funcionarios o visitantes por sus pasillos y oficinas.
Los bultos de El Altillo
En el famoso Altillo de la calle Beni, que en realidad se conocía como El Altillo de las Arenales, apellido de las tres damas herederas de la casa que ahí vivían (1916), hay varios espíritus. Como las dos mayores, Elvira y Candelaria, no tuvieron descendencia, la casa no sufrió grandes transformaciones ni fue seccionada como suele pasar cuando la propiedad luego se la tienen que dividir los hijos y herederos. Hoy por hoy es el Museo de la Ciudad Altillo Beni y conserva los espacios originales, fusionados con otros nuevos y modernos.
Durante su restauración en 2011, en una de las habitaciones que hoy funciona como sala de exposición, se descubrieron restos humanos, que estaban a una profundidad no mayor a los 50 centímetros. Los tuvieron que exhumar con acompañamiento de un sacerdote y ni sus propietarios estaban al tanto de tal entierro, fue toda una revelación.
Los funcionarios que ahí trabajan aseguran que ni bien cae el sol, cuando es hora de cerrar las oficinas, se escuchan golpes en las puertas y hasta gritos. Y en una oportunidad, alguno de los bultos se aventuró fuera de sus dominios, en la parte nueva, hasta donde se deslizaba a hacer algunas travesuras, como prender y apagar la cafetera.
Y en el salón principal, en el segundo piso, alguien se pone a correr descalzo, así lo han sentido especialmente los guardias del turno de la noche. También creen que el ahogamiento de un niño en la noria es el motivo por el que igualmente se escucha la risa de un infante.
Una manifestación en la casa de Melchor Pinto quedó grabada
La casona (1937) del prócer de las luchas por el 11% de las regalías del petróleo cruceño, el doctor Melchor Pinto Parada, hoy convertida en museo y centro cultural con sus apellidos, también conserva sus fantasmas, así dan fe los meseros y personal de la cocina del café que funciona en la parte delantera. También así lo confiesa la administradora del centro, Ana Lía Villarroel, que una noche se quedó trabajando en compañía de una colega y asegura que les golpearon el interior de un ropero que perteneció a la esposa del prócer. Estaban en una habitación donde hay una larga y antigua mesa, que se dice que fue donde se colocó los cadáveres de los jóvenes unionistas Roca y Coronado, para ser velados en el Comité pro Santa Cruz (1957).
Pero el episodio, quizá el más aterrador, fue cuando un cuadro amaneció en el piso. Cuando se quiso saber qué había pasado y se revisó las cámaras de seguridad, se pudo ver claramente que el cuadro es arrebatado con violencia e inmediatamente se arma un remolino de bichos frente a la cámara, como un torrente de energía que permaneció activo hasta que salieron los primeros rayos del sol para luego desaparecer completamente.
“A los camareros y cocineros los molestan bastante, algunos incluso se han ido, han renunciado porque los fantasmas son muy molestosos”, revela el antropólogo.
El fantasma descabezado del El Altillo Toledo Pimentel
La tercera casona que se visita en este recorrido es la que está en las esquinas Sucre y La Paz. Data de finales del siglo XVIII. Aseguran que ahí aparece un fantasma sin cabeza y creen que pertenecía al DEAN (sacerdote que preside el cabildo catedralicio o colegiado) Pedro Toledo Pimentel.
Se dice que era pecador porque su vicio eran los juegos de azar, haciendo, incluso, esperar a la gente a la hora de la misa. Al parecer, el religioso tenía muchos defectos y a la hora de morir se quedó como fantasma. Hay dibujos de la época que inmortalizaron al sacerdote al interior de la vivienda -que aún existe pero en calidad de bulto.
Se siente la presencia del pintor Ciro Paz en el Museo de la Sucre
El edificio del actual Museo de Historia Contemporánea data de 1920, en 1932 se convirtió en alojamiento de oficiales que iban a la guerra del Chaco y más tarde fue un colegio del Estado. Actualmente aseguran que en su patio trasero se siente una presencia de otro mundo.
“Cuando murió el artista plástico Ciro Paz (2021) se siguió sintiendo su presencia, especialmente en el patio trasero, donde le gustaba fumar”, cuenta Arrien, afirmando que incluso se llegó a percibir el olor de su tabaco.
“Era muy de la casa, venía a charlar y tomar café”, asegura.
Misterioso entierro en la Casa Ramos
La casona está en las esquinas Republiquetas y Chuquisaca. Actualmente está cerrada, nadie habita ahí, después de que intentó convertirse en un local de entretenimiento y no funcionó.
Su antiguo propietario Tristán Rivero veía arder una parte del patio, tal como antes se acostumbraba a decir que se manifestaba un entierro, o lo que es lo mismo, un tesoro escondido bajo tierra. Para no descubrir semejante hallazgo delante de los trabajadores que lo ayudaban, los despachó prometiéndoles que al día siguiente se darían a la tarea de descubrirlo. Esa misma noche Rivero salió de la casa a buscar a otros familiares que le ayuden con la tarea, pero se le adelantaron los trabajadores que volvieron y sustrajeron el botín sin dejar muestras y ellos mismos desaparecieron para siempre. Nunca más se supo de lo que contenía el entierro, ni de sus ladrones.
Una cava de vinos subterránea
La Fraternidad Haraganes se precia de haber restaurado una antigua casona ubicada en la equina de las calles Ñuflo de Chávez y Chuquisaca. La remodelación ocurrió en 2007, pero se hizo con mucho tino, proponiéndose conservar la personalidad de la misma, incluso dejando expuestas partes antiguas a modo de dar cuenta sobre los materiales originales (adobe, chuchío y ladrillos grandes).
El secreto mejor escondido de la casa es la cava de vinos que los fraternos decidieron construir aprovechando el espacio subterráneo del aljibe. A la misma se accede bajando unas gradas que están en el salón de juegos, pero el camino cuesta abajo es oscuro y tenebroso, sobre todo para los más sensibles, ya que el interruptor de la luz está al final de las gradas.
Los fantasmas permanecen en el Centro Cultual Simón I. Patiño
En la esquina Independencia y Suárez de Figueroa se levanta el edificio de la fundación Simón I. Patiño. Pese a que se trata de una estructura relativamente nueva, hecha en ladrillo visto, se dice que los fantasmas persisten en sus interiores. Los funcionarios ya están acostumbrados a que los ascensores se abran en pisos donde no se los llamó y alguno que otro ha escuchado ruidos en horarios en que la mayoría ya no está.
Un episodio en particular llamó la atención de un directivo que trabajando solo una tarde de sábado no podía concentrarse debido a los golpes que llegaban de libros que se tiraban al suelo. Cuando decidió bajar a pedir silencio se encontró con que no había absolutamente nadie y decidió, medio en broma, hacer un pacto con los fantasmas, les dijo en voz alta que necesita silencio para terminar su informe y que hasta las 17:00 les pedía que colaboren con silencio.
El hombre retornó a su escritorio y trabajó en paz, olvidándose del tiempo y del acuerdo. Pero cuando el reloj marcó las 17:00 en punto el ascensor de su oficina se abrió solito y fue entonces que se le puso la carne de gallina. Tomó sus apuntes y se retiró lo más pronto que pudo.
El tour por el casco viejo de la ciudad es una actividad que se mantiene cuatro veces por semana: dos miércoles y dos sábados, son totalmente gratuitos y los ejes temáticos van variando. El punto de partida siempre es el Museo de la Ciudad Altillo Beni, basta con registrarse y se accede a un ameno recorrido que puede sorprender a propios y extraños.
Las universidades o instituciones que requieran que se haga un recorrido en particular también son atendidos.
Al final del recorrido les quedará sabor a mucho.