Estancias y casonas coloniales en los valles de Cochabamba y Santa Cruz

• Por: Regina Ortiz

Tradición, hospitalidad y lujo con sabor a tierra boliviana

Los valles de Cochabamba y Santa Cruz no solo guardan paisajes exuberantes, sino también historias escritas entre paredes centenarias. Estancias y casonas coloniales, convertidas en destinos turísticos exclusivos, ofrecen a viajeros y familias la posibilidad de habitar espacios donde el tiempo parece detenerse, sin renunciar a la comodidad contemporánea.

En septiembre, cuando Cochabamba y Santa Cruz celebran sus aniversarios cívicos, surge una oportunidad ideal para descubrir otra faceta de ambos departamentos: la hospitalidad que late en sus estancias y casonas coloniales. Estos espacios, muchos de ellos herencia familiar transmitida por generaciones, son testigos vivos de la vida en los valles y de la mezcla entre tradición española y espíritu local que marcó la historia del oriente y el valle boliviano.

Cochabamba: el valle de las memorias

En el corazón del país, Cochabamba resguarda casonas coloniales que se erigen como guardianas de su título de “ciudad jardín”. Entre patios floridos, corredores con arquerías y techos de teja roja, los visitantes encuentran una experiencia que fusiona la calidez de lo familiar con el encanto de la historia.

Varias de estas casonas se han adaptado como hoteles boutique, donde se conserva el mobiliario original, los murales religiosos y los detalles en madera tallada. Un ejemplo emblemático son las antiguas haciendas del valle bajo, reconvertidas en espacios de descanso que invitan a degustar gastronomía local chicha, chicharrón y el infaltable silpancho acompañada de vinos de altura y música tradicional.

La experiencia va más allá del alojamiento: talleres de cocina, paseos por viñedos y visitas guiadas por pueblos históricos como Tarata o Cliza suman un valor único para quienes buscan conectar con el alma del valle.

Santa Cruz: estancias con alma oriental

En el oriente, Santa Cruz despliega otro tipo de magia. Sus estancias ganaderas y casonas señoriales de los siglos XVIII y XIX combinan la grandeza de la tierra tropical con la sobriedad colonial. Allí, los huéspedes pueden cabalgar entre llanuras, recorrer senderos ecológicos y experimentar la vida de campo en contacto directo con la naturaleza.

Algunas de estas propiedades, ubicadas en los alrededores de Samaipata, Vallegrande y las rutas hacia el Chaco, han sido restauradas con un enfoque en el turismo de élite. Con suites elegantes, piscinas privadas y servicios de spa, las antiguas estancias ganaderas hoy atraen a un público que busca exclusividad sin perder autenticidad.

El visitante no solo descansa: se convierte en parte de una tradición. Asados al aire libre, danzas típicas, relatos sobre la historia local y la calidez del oriente hacen que la experiencia sea profundamente cultural y, al mismo tiempo, refinada.

Más que hospedaje: experiencias vivas

Tanto en Cochabamba como en Santa Cruz, estas casonas y estancias cumplen un papel esencial: conservar la memoria de los valles mientras se proyectan hacia el turismo contemporáneo. Los viajeros encuentran en ellas más que un lugar donde dormir: encuentran un espacio donde reencontrarse con la historia, participar en rituales de cosecha, disfrutar de cabalgatas al atardecer y convivir con familias que aún mantienen viva la tradición hospitalaria.

Patrimonio que se reinventa

En un mundo dominado por la modernidad y la prisa, las casonas coloniales y estancias bolivianas ofrecen un lujo diferente: el de la permanencia. Conservar su arquitectura y transformarla en espacios turísticos es una manera de honrar el pasado y, al mismo tiempo, generar desarrollo económico sostenible para comunidades locales.

Más allá de aniversarios y celebraciones, Cochabamba y Santa Cruz se consolidan como destinos donde el turismo cultural y de lujo se encuentran. Al visitar estas estancias y casonas, no solo se disfruta del confort y la gastronomía, sino también de la experiencia de habitar la historia en primera persona.