• Por Daniela Coronado/ fotografía Nelson Quispe
El director apuesta por historias que despiertan debates en lugar de ofrecer respuestas, generando diálogos sobre una realidad que a menudo supera la ficción.
El cine, más que un reflejo, es una interpretación que desnuda las tensiones de una sociedad. Para Gory Patiño, el género policial y el cine negro son un lienzo privilegiado donde conviven poderosos, marginales, políticos, periodistas y delincuentes, componiendo una radiografía incómoda pero necesaria. “El cineasta no refleja lo que sucede, interpreta la realidad y propone una experiencia estética y sensorial”, sostiene.
Su mirada no es casual, ya ha explorado con agudeza los márgenes de nuestra sociedad. Dirigió y coescribió Muralla (2018), película que representó a Bolivia en los Premios Óscar y que participó en festivales como La Habana, Guadalajara, Vancouver y Gramado. Con esta obra obtuvo el Premio Argentores al Mejor Guion en el Festival Internacional de Cine de las Alturas en Jujuy, y más tarde fue adquirida por HBO.
También estuvo al frente de la serie La entrega, difundida a través de Amazon Prime y Globo Play Brasil, y codirigió junto a Luis Reneo Pseudo, su segundo largometraje, galardonado con el Premio Habanero a la Distribución en el Festival de Cine de La Habana. Pseudo se exhibió en los festivales de San Francisco, Gramado, La Habana y Ternium (México), además de llegar al catálogo de HBO Max.
En 2024 estrenó Mano propia, su tercer filme, la película formó parte de la sección Work in Progress del Festival de Guadalajara, volvió a representar a Bolivia en los Premios Óscar y fue seleccionada en el LAT cinema fest de Barcelona y en el Festival Internacional de Cine de las Alturas. Mano propia alcanzó el shortlist de los Premios Platino en las categorías de Mejor Dirección y Mejor Música. Cada historia que construye se convierte en un vehículo para interpelar al espectador, no desde la denuncia explícita, sino a través de personajes que encarnan dilemas humanos y sociales. Para él, el cine no tiene la misión de dar respuestas, sino de abrir conversaciones necesarias en un país donde la realidad suele superar a la ficción. “Si alguna de mis películas genera un debate, siento que ya he contribuido desde mi trinchera de narrador al encuentro entre la gente”, afirma.
Mano Propia: del periodismo a la gran pantalla
Mano Propia nace de la aclamada crónica periodística Tribus de la Inquisición, escrita por Roberto Navia, que fue el germen del proyecto. Al leer su obra, Patiño visualizó la película y decidió llamarlo para pedirle adaptar el texto al cine. La intención de Navia desde el inicio fue clara: visibilizar que la justicia comunitaria no contempla la pena de muerte, sino sanciones físicas, y que los linchamientos constituyen un delito. En 2013, mientras trabajaba en El Deber, el periodista fue enviado al Chapare a cubrir el linchamiento de cinco jóvenes acusados de robar un camión. Impactado por lo ocurrido, pidió vacaciones y se quedó dos semanas investigando el caso y entrevistando a los involucrados. Como recuerda Patiño: “El periodismo actual solo se queda en el qué pasó, pero casi nunca nos preguntamos por qué ocurrió, cuál es el trasfondo social, político o humano que lleva a algo tan extremo. Yo quería que la película mostrara ese contexto y que la gente pudiera reflexionar sobre las causas, no solo sobre el hecho”.
Patiño explica que la crónica de Navia revela las profundas grietas del sistema: el abandono estatal en el área rural, la ineficacia de la justicia ordinaria y el cansancio de la gente que ya no cree en la policía ni en los fiscales. Aunque el hecho central es oscuro, el linchamiento en la plaza pública como espectáculo macabro también muestra un rayo de esperanza en personajes como un fiscal que todavía cree en la justicia boliviana. “No quise que la película fuera solo un relato de tragedia; quería mostrar que incluso en situaciones extremas, hay personas que creen en la justicia y en hacer lo correcto, y que la sociedad puede reflexionar sobre sus propios límites”, señala. Esa luz al fondo del túnel es la que inspiró al cineasta a contar la historia desde tres perspectivas: la del fiscal, la del padre de los jóvenes linchados y la de uno de los acusados. Además, accedió a información inédita y entrevistó al protagonista real del caso, quien le contó detalles de aquel 1 de junio de 2013, un episodio que, lamentablemente, sigue repitiéndose como un bucle en el país. Como concluye el director: “Historias como estas nos obligan a mirar la justicia desde otra perspectiva y a preguntarnos qué podemos hacer como sociedad para que hechos así no se repitan”.
Influencias y pasiones cinematográficas
La mirada de Gory Patiño está marcada por los filmes y directores que lo inspiraron. “Soy amante de los thrillers y de los policiales. Las películas de Fabián Bielinsky (Nueve Reinas y El Aura) me fascinaron. De chico vi La sociedad de los poetas muertos. La ví solo, lloré y me inspiró. La Naranja Mecánica me voló los sesos de niño”, recuerda.
Entre los directores que sigue y admira están Bertolucci, De Palma, Tarantino, Scorsese, Park Chan Wook, Kubrick, Lynch, Aronofsky, Cuarón, Polanski, Fincher y muchos más. Su cine se nutre de filmes que no olvida (Prisoners, El Silencio de los Inocentes, Y Tu Mamá También, Ciudad de Dios, Estación Central, Cuestión de Fe, La Nación Clandestina, El Día que Murió el Silencio, El Graduado, Pulp Fiction, La Naranja Mecánica, Stand By Me, El Padrino, Taxi Driver, Seven, El Secreto de Sus Ojos, One Flew Over the Cuckoo’s Nest, Old Boy, Trainspotting, Natural Born Killers, The Big Lebowski, LA Confidential, Heat, French Connection, León, The Holdovers, Nightcrawler, Misery, Dog Day Afternoon, El Orfanato, El Exorcista, El Resplandor).
“Soy cinéfilo y voy al cine. Las películas se deben ver en las salas, en pantalla grande, con todo el ritual que implica ir al cine”, asegura. A pesar de que cada vez son menos los filmes que lo impactan profundamente, nuevas voces siguen desafiándolo y motivándolo a seguir creando. “Eso me deja boquiabierto y me desafía a seguir creando”, concluye.
De las tablas al cine
La inspiración de Gory Patiño para convertirse en director nació de una experiencia muy personal. Durante su infancia, marcada por el asma, no pudo participar de los deportes en el colegio y eso lo alejaba de sus compañeros. Una tarde, el azar lo llevó a descubrir un taller de teatro en el gimnasio: “Encontré a unos locos realizando un ejercicio de improvisación que consistía en crear una máquina humana con movimientos físicos y onomatopeyas, era el taller de teatro. Desde ese día las tablas se convirtieron en mi refugio”. Ese primer acercamiento lo llevó a explorar la actuación frente a las cámaras y, con el tiempo, a comprender que era el director quien tenía la capacidad de contar las historias.
Esa revelación lo impulsó a estudiar cine en California, aunque su aprendizaje verdadero vino de la práctica: largas horas en rodajes y salas de edición. Hoy, su creatividad se nutre de diversas fuentes. “El entorno y la realidad son mis fuentes primarias de inspiración, así como las noticias, crónicas, literatura y la vida misma… Tengo una caja fuerte imaginaria de recuerdos reales que tienen potencial cinematográfico. Cada historia que cuento, por más lejana que sea su universo, tiene un vínculo personal”, asegura. Para Patiño, ese lazo íntimo es lo que otorga sentido y autenticidad a cada proyecto.
Desafíos en la carrera
La trayectoria de Gory Patiño también ha estado marcada por momentos difíciles que lo han puesto a prueba como creador. Reconoce que, en el cine, no siempre los proyectos llegan a concretarse: “Sin duda alguna no se pueden hacer películas cada año. Pese a que he sido bendecido en tener varios proyectos cinematográficos que se han concretado, también he tenido muchos que nunca vieron la luz”. Esa intermitencia, confiesa, forma parte de la vida de cualquier cineasta y se convierte en un aprendizaje constante.
Asumir las negativas sin derrumbarse ha sido uno de sus mayores retos. Con una imagen poderosa, recuerda las palabras de su maestro de teatro Juan Carlos Gené, quien comparaba el arte con una relación apasionada y violenta: “Dedicarte al arte es como tener de pareja a alguien que te despierta con un piñazo que te manda al suelo y te pregunta: ¿todavía quieres seguir conmigo? ¿me amas? Y vos con la nariz rota respondes que sí, sin dudarlo”. Para Patiño, esa es la esencia del oficio: resistir, reinventarse y, sobre todo, ser honesto consigo mismo. “Si la verdad no está dentro tuyo, nunca vas a poder proyectarla. Ese es mi leitmotiv”, afirma.
El futuro del cine boliviano
Con mirada crítica y esperanzada, Gory Patiño reflexiona sobre los retos que enfrenta la cinematografía en el país. Para él, resulta indispensable que las autoridades comprendan la relevancia de este sector y avancen en políticas públicas que lo respalden. “Espero que las nuevas autoridades se den cuenta de la importancia del cine en nuestro país, que se reglamente y apruebe la Ley del Cine y se logre crear un fondo estatal para el desarrollo, producción, postproducción y distribución de películas como existe en todos los países de la región”, afirma. El director recuerda que el cine no solo es arte, también es economía: genera empleos, construye identidad y proyecta una marca país hacia el exterior.
Más allá de lo institucional, Patiño vislumbra un horizonte fértil para la creatividad nacional. Su anhelo es que el cine dialogue cada vez más con la literatura boliviana, que vive un momento de auge con autores y autoras reconocidos dentro y fuera del país. “Vivimos un boom de escritores y escritoras nacionales que son aclamados acá y afuera y que merecen ser llevadas a la pantalla grande”, sostiene, convencido de que los cruces entre artes y narrativas enriquecerán a la industria. El director celebra la aparición de nuevas voces jóvenes con propuestas frescas y anuncia que también él prepara sus próximos pasos: “Estoy desarrollando un par de proyectos, pero aún siguen en el horno, pronto tendré buenas noticias”.