
GRUPO ALMANZA: la elegancia boliviana que inspira generaciones
• Por Nathalia Sejas / Fotografías: Cortesía Almanza
Desde un local modesto en las Galerías Chicago de Cochabamba hasta convertirse en un símbolo nacional de la moda, el Grupo Almanza ha tejido su historia con hilos de tradición, visión empresarial y un compromiso inquebrantable con la calidad.
Origen: del taller familiar al sello nacional
En Bolivia, pocas marcas tienen una historia tan íntima y trascendente como Grupo Almanza. Sus raíces se remontan a las décadas de 1960 y 1970, cuando René Almanza y su padre practicaban la sastrería en La Paz, transmitiendo el oficio de generación en generación. Fue Arturo Almanza, hijo de René, quien convirtió ese conocimiento en una empresa con visión de futuro.
Aunque Arturo no comenzó en la moda su primera vocación fue el deporte, viajó a Argentina, se formó en la AFA y dirigió clubes como Aurora y Tomás Bata. Más tarde, junto a su esposa Lidia, emprendió en la importación de ropa deportiva. “Fue una etapa de aprendizaje… nos mostró que el verdadero valor estaba en nuestras raíces”, recuerdan.
Guiados por esa convicción, fundaron una pequeña tienda de sastrería en Cochabamba, en las Galerías Chicago. Ese local modesto fue el punto de partida de lo que hoy se ha convertido en uno de los grupos de moda más influyentes de Bolivia.
El sueño de elegancia para todos
La visión de Arturo Almanza fue tan clara como ambiciosa: democratizar la elegancia. Soñaba con que los bolivianos tuvieran acceso a prendas de calidad, sin necesidad de recurrir a marcas extranjeras ni pagar precios exorbitantes. “Él creía que la moda no debía ser un lujo reservado para unos pocos”, recuerdan sus familiares.
Ese principio sigue guiando a Grupo Almanza hasta hoy. Su línea masculina se caracteriza por trajes, camisas, sacos y accesorios que equilibran tradición y modernidad. En 1999, la marca lanzó Kaova, una línea femenina que conquistó nuevos públicos y demostró que la calidad podía expandirse con éxito a otros segmentos.
Innovación con propósito
Como todo gran emprendimiento, el camino de Grupo Almanza no estuvo exento de desafíos. Uno de los más significativos llegó con la pandemia de COVID-19, que obligó a redefinir prioridades. “De un día para otro, los trajes dejaron de ser una necesidad”, relata la familia. Sin embargo, lejos de detenerse, la empresa reaccionó con rapidez: lanzó una línea de barbijos con estilo y calidad, adaptados a los protocolos sanitarios. Esta decisión garantizó la continuidad del negocio y atrajo nuevos clientes.
Otro momento transformador fue el paso hacia la moda casual. Históricamente asociada a la elegancia formal, la marca asumió el riesgo de ampliar sus colecciones hacia prendas más relajadas. “Era romper un paradigma”, afirman. El público recibió la propuesta con entusiasmo, confirmando que la elegancia también puede ser versátil.
Legado familiar: pasado, presente y futuro
Arturo Almanza sentó las bases con una visión clara y apostando por tecnología textil que elevó la calidad de sus productos. Tras su fallecimiento en 2021, sus hijos asumieron la dirección con la misma pasión y mentalidad de crecimiento.
“Cada generación ha dejado su huella”, señalan. Mientras Arturo se enfocó en la excelencia técnica, sus herederos han impulsado la expansión comercial, profesionalizado la gestión y potenciado la innovación: la creación de Kaova, la modernización de procesos productivos y la incursión en mercados internacionales como Inglaterra y Suiza son prueba de ello.
Actualmente, Almanza cuenta con 16 tiendas en 7 ciudades de Bolivia, mientras que Kaova suma 4 sucursales a nivel nacional. Pero más allá de la escala, lo que prevalece es la esencia familiar, la búsqueda incesante de excelencia y una filosofía que no se conforma con los logros pasados.
Forjando permanencia
Después de más de 40 años de historia, el Grupo Almanza ha trascendido lo comercial: ha generado empleo directo e indirecto, impulsado la industria textil nacional e inspirado a emprendedores bolivianos. “Nuestro mayor orgullo es escuchar a un cliente decir que superamos sus expectativas”, señalan. “Esa es la verdadera recompensa: saber que nuestras prendas transmiten confianza y seguridad”.
Si bien personalidades del espectáculo y figuras internacionales han elegido vestirse con Almanza, el motor real siempre ha sido el cliente boliviano: aquel que busca calidad sin perder su identidad.
Hoy, mientras muchos apuestan por lo efímero, Almanza construye permanencia. Su historia demuestra que la elegancia puede nacer de la humildad, crecer con visión y perdurar con compromiso. Es un legado que no se basa únicamente en la herencia, sino en la convicción compartida de construir con propósito y proyectar el nombre de Bolivia con orgullo.




