MACHU PICCHU: el santuario entre las nubes que sigue cautivando al mundo

• Por: Marcelo Campos

Alrededor de 1,6 millones de personas de todo el mundo visitan la ciudad inca cada año. Por la gran afluencia de turistas se debe comprar los boletos de ingreso con anticipación. La fauna y flora que rodea de la región es otro atractivo natural.

Ubicada a alrededor de 2.400 metros sobre el nivel del mar en el corazón del Valle Sagrado de los Incas, Machu Picchu se alza como una joya arquitectónica y espiritual que sigue siendo, más de un siglo después de su descubrimiento, un misterio fascinante para investigadores y viajeros. Esta ciudadela fue Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983 y atrae a más de 1,6 millones de visitantes del mundo cada año, consolidándose como uno de los destinos turísticos más emblemáticos de Sudamérica.

Desde que el explorador Hiram Bingham la dio a conocer al mundo en 1911, sus piedras han despertado todo tipo de teorías. Desde que, si se trataba de un centro administrativo y agrícola, un recinto ceremonial o una puerta entre los Andes y la Amazonía. La falta de registros ha dejado su propósito envuelto en un velo de enigmas que alimenta aún más su aura mágica, atrayendo a miles de personas a diario.

El viaje hacia Machu Picchu es tan inolvidable como el destino en sí. Los visitantes deben llegar a la ciudad de Cuzco, situada a más de 100 kilómetros de distancia, y escoger la forma de llegar al santuario. Es así que se puede viajar en tren desde Cuzco y desde la localidad de Ollantaytambo. Los precios oscilan entre $us 40 a $us 80 o incluso más cuando se trata en primera clase. La segunda opción es ir caminando a través de diversos senderos, cruzando poblados tradicionales como Písac, Ollantaytambo y Chinchero. En estos puntos de paso, se pueden encontrar mercados artesanales y ruinas precolombinas que son un anticipo del legado cultural que espera en la cumbre.

La ruta más emblemática para hacer trekking es el Camino Inca, un sendero de 43 kilómetros que conecta Chilca con Machu Picchu, atravesando terrazas agrícolas y hospedajes acogedores para los caminantes. Esta ruta demora en recorrerse entre dos a cuatro días y en el trayecto existen hoteles para tener un descanso reparador.

Ya dentro del santuario, la ciudad revela una división clara: un sector agrícola y otro urbano. El primero, marcado por andenes en pendiente, servía para cultivar diversos alimentos y albergar a los agricultores en pequeñas viviendas. El segundo presenta una arquitectura más sofisticada: la Residencia Real, la Plaza Sagrada, la Pirámide Intihuanata con su reloj solar, el Grupo de las Tres Portadas y el Grupo del Cóndor, espacios que se presume tuvieron funciones ceremoniales de alto valor simbólico.

En el lugar también, los visitantes pueden tomarse la icónica fotografía con las ruinas detrás, por eso es importante la temporada de visita, para que el clima no opaque la postal. También se puede degustar de la gastronomía andina como el ceviche, el lomo saltado, el cuy al horno, la pachamanca, el ají de gallina, anticuchos, papa a la Huancaina, entre otros, además de platos internacionales.

El entorno natural no se queda atrás. Con más de 30.000 hectáreas de biodiversidad, Machu Picchu es hogar de especies tan imponentes como el oso de anteojos, el cóndor andino, el gallito de las rocas y el puma. A ello se suman más de 420 especies de aves, 377 mariposas, y una asombrosa colección de orquí- deas, 370 tipos distintos registrados, que florecen a lo largo de los caminos y especialmente en la reserva natural cercana al río Vilcanota, considerada por la American Orchid Society como la más grande del planeta.

Ante la gran demanda turística, el ingreso al santuario requiere planificación. Desde 2024, el gobierno peruano instauró un sistema de aforo dinámico: durante la temporada alta, es decir entre junio a noviembre, se permite hasta 5.600 visitantes por día, mientras que en los meses restantes el límite es de 4.500, exceptuando los días feriados. Los boletos pueden adquirirse en línea o presencialmente en el pueblo de Aguas Calientes, aunque estos últimos son válidos solo para el día siguiente de su compra y suelen agotarse de forma rápida.

Visitar Machu Picchu es, sin duda, más que conocer una ruina ancestral. Es sumergirse en una historia que se sigue escribiendo, donde cada piedra y cada flor parecen custodiar secretos del pasado. Un testimonio silencioso de una civilización que, sin necesidad de palabras, sigue hablándole al mundo.